Valores
Vida en familia
La decisión de vivir en comunidad fue mayoritariamente una inciativa de familias a partir de la que hemos construido una gran familia, formada por familias e individuos, en la que niños, jóvenes, adultos y mayores conviven en un entorno donde la vida cotidiana resulta ser una plataforma para la transformación de la consciencia y la recuperación de valores ancestrales.
Actualmente, la comunidad está formada por 12 núcleos familiares, algunos tradicionales, otros monoparentales o unipersonales. Cada familia vive en su vivienda y se relaciona con los demás, al tiempo que comparte espacios, recursos y sobre todo un objetivo común en torno al cual nos marcamos determinadas metas y pautas para lograrlo.
Los descendientes de quienes vinimos a vivir a la comunidad desde sus orígenes, ya han crecido y algunos/as ya están volando por su cuenta y se encuentran en diferentes lugares del mundo. Otros/as han permanecido cerca o en la propia comunidad y esperan ya descendencia, la tercera generación está a punto de llegar a Amalurra.
Más allá de nuestras vidas cotidianas, seguimos creyendo que esta experiencia puede servir de inspiración y contribución a la creación del nuevo paradigma del «nosotros» que muchos colectivos están propulsando.
Desarrollo espiritual
Autoconocimiento e introspección | Amalurra ha elegido la comunidad como la plataforma ideal dónde poder trabajarnos, conocernos, aceptarnos como individuos que forman parte de un todo. En este contexto de convivencia hemos celebrado juntos encuentros y desencuentros, éxitos y fracasos, alegrías y penas, ganancias y pérdidas, nacimientos y muertes, articulando los pasos de una danza en la que nuestra transformación interior se ha plasmado en el exterior a medida que hemos ido concientizando y materializando la comunidad.
Por ello, la dimensión espiritual es un componente básico de nuestra vida en comunidad y en este sentido solemos utilizar los rituales heredados de nuestros antepasados como un vehículo excelente para articular sentimientos e ideas que no resultan fáciles de poner en palabras y que propician la expresión del alma y el vínculo con los ancestros y la Madre Tierra. Nos parece importante señalar que la comunidad no tiene ninguna creencia religiosa o ideológica, sino que cada miembro es libre de practicar o no, sus propias creencias.
También, durante todos estos años y debido a la herencia que Irene Goikolea trajo consigo de sus viajes a América, hemos tenido contacto y mantenido relación con culturas indígenas americanas, de las cuales hemos adoptado algunas de sus herramientas y maneras de honrar y sanar con la Madre Tierra.
Por ello, en Amalurra hemos construido un temascal y levantado un tipi, elementos procedentes de estas culturas para reunirnos en torno al fuego y a los elementos y compartir la palabra que brota del corazón. Junto a estos espacios, se encuentran también, el círculo de piedra, que levantamos con las piedras que encontramos en el lugar y el laberinto, diseñado siguiendo las medidas áureas del laberinto de Chàrtes en Francia.
Valores Ancestrales
Uno de los objetivos que nos marcamos en nuestra experiencia comunitaria fue el de promover espacios de diálogo y convivencia que nos permitieran acceder a la sabiduría de nuestros ancestros y recuperar valores intrínsecos de nuestra cultura, como la unidad y la solidaridad, que contrarrestan la tendencia actual al individualismo.
Dentro de este marco, nos gusta celebrar rituales tradicionales como la Noche de San Juan, celebramos los círculos de palabra, mantenemos vivos el uso de nuestra lengua, practicamos el Auzolan en las tareas comunitarias y festejamos con los cantos y bailes de nuestra tierra, junto a familiares y amigos, entorno a una buena mesa.
Encuentro con la naturaleza
Uno de los objetivos de Amalurra fue recuperar nuestro vínculo ancestral con la Madre Tierra. Cuando llegamos a Arzentzales, la finca estaba completamente cubierta por zarzas. Las aguas estaban estancadas y los árboles autóctonos habían sido sustituidos por extensos bosques de pinares y eucaliptos. Basándonos en el trabajo de ecología emocional impulsado por Irene Goikolea, comenzamos las labores de recuperación y adecuación del terreno conscientes de que la naturaleza era un espejo que reflejaba nuestro itinereario interno. Así pues, nuestro acercamiento a la ecología fue desde el interior, desde la gestión de nuestras emociones, hacia el exterior.
A medida que ahondábamos en nuestras capas más profundas en pos de una ecología emocional, fuimos sanando emociones, que constituyen, al igual que las aguas en el planeta, un 80% de nuestra realidad física. Paralelamente, conseguimos que fluyeran las aguas estancadas. Asimismo, retiramos las zarzas, como símbolo de la toma de conciencia de aquellos aspectos que nos estaban ahogando. También fuimos recuperando la vegetación autóctona, plantando miles de robles en un intento por rescatar la sabiduría que estos portaban y la tierra había guardado tras la deforestación.
Responsabilidad social
Fiel a su compromiso con el activismo social, Amalurra está integrada en la Red Ibérica de Ecoaldeas, RIE y en GEN, la Red Europea de Ecoaldeas. La interacción con otras comunidades, asentamientos y proyectos comunitarios tiene como objetivo impulsar el crecimiento personal, la inclusión, el diálogo, la investigación y el despertar a la conciencia. Formar parte de un movimiento mundial imparable, globalizador en el mejor sentido de la palabra y en el que participamos activamente, nos da la oportunidad de aportar nuestro granito de arena con la experiencia destilada a lo largo de estos años.
Sostenibilidad
Una vez recorrida la primera parte de este camino, llegamos al momento de aplicar en el exterior todo lo aprendido en nuestro viaje interior en el exterior y comenzamos a interesarnos, formarnos y aplicar técnicas de bioconstrucción, reciclaje y energías alternativas. Nuestras últimas edificaciones recogen ya parte de estos saberes y la aspiración es seguir en esta línea.
Asimismo, la creación de huertas ecológicas y la dedicación cada vez mayor hacia el cultivo respetuoso de la tierra, especialmente por parte de nuestros jóvenes, nos anima a plantearnos el autoabastecimiento para nuestros hogares y, con el tiempo, para el restaurante, utilizando productos sanos, cultivados en casa, propiciando las variedades locales, reciclando y aprovechando los recursos naturales de manera consciente.