El pasado sábado, nos juntamos, como siempre, para el auzolan o día de trabajo comunitario, y decidimos dedicar la mañana a limpiar el terreno para empezar a conocerlo y hacer de él un espacio atractivo para disfrutar de sus antiquísimos robles y hayas, del sonido del río que los cerca, del lenguaje del paisaje y la calma que trasmite.
Las predicciones de lluvia eran elevadas, pero como ya hemos experimentado en otras ocasiones, cuando nos juntamos con un propósito y nos ponemos en acción…., ¡no hay quien nos pare!
Y así sucedió. Lo primero que hicimos, como hemos aprendido de nuestras familias y de algunas de las culturas indígenas más antiguas que han pasado por Amalurra, pedimos permiso a la Tierra y al lugar, “sembramos” nuestra intención, la homenajeamos con ofrendas (flores, agua, algo de comida,…) y nos pusimos a ello.
La mañana fue fantástica, la lluvia no apareció hasta la hora de comer, disfrutamos de los regalos invisibles que siempre recibimos de la Madre Tierra cuando nos acercamos a ella. Y sobre todo disfrutamos de estar juntos, de trabajar en equipo, de colaborar unos con otros por un objetivo común.
L@s jóvenes de Amalurra